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sábado, 3 de octubre de 2015

¿Quiénes y por qué mataron a John F. Kennedy?

    

 
    En el punto álgido de la guerra fría, con la «crisis de los misiles» en Cuba, el presidente no sólo gozaba a prostitutas, sino también incluso a espías soviéticas. El creador de Philip Marlowe, Chandler, hubiese escrito descarnadamente que, aquel aciago mediodía en Dallas, durante su último paseo en limusina, recibió J.F.K. un primer tiro tan fallido como la invasión de Cuba por exiliados bajo la C.I.A. (en la que se podría insistir con un magnicidio castrista); el segundo, por su negativa a la intervención directa en Vietnam, a la marrullería del Pentágono de fingir un ataque norvietnamita; y el tercero para... inculpar al «comunista» Oswald, falso desertor de los marines casado en la U.R.S.S.
    En el almacén de libros de texto donde trabajaba, desde el que, cuentan, se atentó, consintió el servicio secreto más de media docena de ventanas abiertas. Si caso de haberlo prudentemente impedido, se colara un mercenario, las primeras sospechas se cernirían sobre alguien de la Agencia. No así si dejara ese alguien aposta un fusil de Mannlicher-Carcano con tres casquillos de bala en el sexto piso, mientras se hallaba en el segundo el chivo expiatorio; a quien presentaban tan sandio como para huir sin desmontar el arma homicida y desaparecerla (como se esfumaría el cerebro de Kennedy en un hospital naval).
    La grabación de Zapruder, en película Super-8, muestra indisputablemente que al hombre de la Alianza para el Progreso lo tumbó atrás el embate de una bala dumdum, que le quebró el cráneo, disparada tras el vallado del montículo de hierba, casi frontero del coche.
    Conducido el pobre Lee Harvey Oswald con esposas a la cárcel del condado, pese al cerco policial le asestó un balazo Jack Ruby, un enlace de la mafia de Chicago, que se erigía en redentor (así dijo), sabiéndose al amparo de Nixon, a favor del cual había testificado ya. Cuando se suponía que con ello liquidaba a un partidario de Castro, quien a la mafia le vetó las timbas en Cuba, en realidad acallaba a un agente de la C.I.A. para que no desembuchara, de sobra conociendo esos manejos, que hubieron de disparar sicarios de la mafia europea, no fichados en E.U.A.
     Recuérdese que, con Lyndon B. Johnson en el poder, unas patrulleras norvietnamitas «atacan» un destructor norteamericano en el golfo de Tonkín; así que el relevar a Francia en Indochina era ya un hecho.


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